Ventajas del Método Suzuki.
Aunque el planteamiento pedagógico de Suzuki es aplicable a otras materias, en la música es especialmente significativo, puesto que la práctica de un instrumento y, especialmente, su aprendizaje a través de la metodología Suzuki, desarrolla y fomenta cualidades y sensibilidades especiales:
Cultiva el desarrollo del oído lo cual es útil para la formación musical del niño pero también para el resto de su formación intelectual; citando a Suzuki: “un niño que oye mucho y bien, que sabe escuchar y discriminar distintos sonidos y tonos, capta mejor los mensajes en la escuela, aprende con más facilidad y llegará a dominar su idioma y cualquier otro idioma antes que los niños no educados musicalmente”.
Desarrolla el sentido del ritmo, lo que incide en la formación física y motora del niño, proporcionándole un mejor sentido del equilibrio, de la lateralidad y de la motricidad. El empleo consciente del propio cuerpo y de sus diferentes segmentos como principal elemento de la práctica instrumental mejora la propiocepción y aporta hábitos posturales saludables útiles en cualquier actividad o situación de la vida cotidiana.
Según Stefen Koelsch, neuropsicólogo y catedrático de Psicología Musical de la Universidad libre de Berlín: “Los niños a los que se les estimula el lenguaje musical aprenden más rápido los procesos del lenguaje, los matices, la sintaxis y la habilidad de escucha, y tienen menos problemas de dislexia. El cerebro infantil no distingue entre música y lenguaje”.
Desarrolla en el niño la disciplina, la constancia, y la valoración del esfuerzo para conseguir las metas.
La práctica en grupo realizada en las clases colectivas de Suzuki fomenta la interacción social, las relaciones humanas, el intercambio respetuoso de ideas y la práctica de la música en un entorno más lúdico y distendido, desarrollando las habilidades sociales y emocionales del niño, la empatía y el respeto a uno mismo y a los demás, mientras que la clase individual afianza la propia personalidad del niño y permite atender mejor a su evolución interior y a su ritmo de aprendizaje.
Como expresión artística que es, la música desarrolla la imaginación, la creatividad y la individualidad de cada niño y, paralelamente, la peculiar codificación de su lenguaje aumenta la capacidad matemática y de comprensión de conceptos abstractos.
La metodología Suzuki concede especial importancia a la formación de la personalidad del individuo, creando un entorno pedagógico que afianza en el niño la seguridad en sí mismo, la motivación interna, la autoconfianza y, en definitiva, la autoestima, esencial en todas las facetas de su vida.
Las directrices del método Suzuki favorecen especialmente la observación consciente, la atención, la concentración, el desarrollo de la memoria próxima y remota, la capacidad de evocación, la agilidad mental y la capacidad de reacción, la disciplina, los buenos hábitos de estudio y un sentido crítico constructivo.
Al iniciarse la enseñanza musical en una edad tan temprana y con el sistema adecuado, el niño llega a incorporar a sus capacidades el lenguaje musical como algo innato y como un idioma propio, exento de dificultad. Esta asimilación es beneficiosa en sí misma y se torna crucial en el caso de que el niño llegue en el futuro a hacer de la música su profesión: los alumnos Suzuki comprenden el lenguaje musical de manera inmediata, como su propio idioma, sin ser conscientes del proceso mental de descodificación, lo que les otorga una ventaja cuantitativa y cualitativa respecto a otros estudiantes y profesionales de la música.
Estas habilidades se transfieren automáticamente a todos los aspectos intelectuales, sensoriales y motrices del niño.
Un espacio para fortalecer el proceso de enseñanza aprendizaje a través de la creatividad.
Proyecto Sonoro San Gabriel
viernes, 30 de junio de 2017
jueves, 8 de junio de 2017
Los bébes que escuchan música reconocen mejor el lenguaje
Un estudio sugiere que experimentando los ritmos de las melodías se pueden detectar y hacer predicciones sobre los patrones del habla
Ponemos música a nuestro futuro hijo mientras permanece en el vientre porque, según la ciencia, es bueno. También hay niños que desde muy pequeños viven rodeados de música durante todo el día: en la escuela, en el coche, en casa, y otros que, tras adquirir el hábito, con apretar simplemente el play se mueven de un lado a otro, intentando llevar el ritmo. Pero no solo se divierten y se estimulan. Una nueva investigación concluye que escuchar música a los nueve meses de edad ayuda al bebé a procesar mejor las notas musicales y el lenguaje. Pero no solo canciones infantiles, cualquier música vale, así que let's rocks, baby! El estudio, elaborado en la Universidad de Washington (Seattle) y publicado en The Proceedings of the National Academy Sciences, es “el primero que sugiere que a través de experimentar los ritmos de la melodía se puede detectar y hacer predicciones sobre los patrones del lenguaje”, aseguran los autores en un comunicado. “Esto significa que tener un contacto temprano con la música puede tener un efecto global en las capacidades cognitivas del niño”, añaden.
El bebé reconoce el mundo que le rodea
Un bebé de nueve meses se estimula con todo lo que le rodea: la luz, las sensaciones, los sonidos y estos cambian de forma constante. Y su trabajo es descubrir, es reconocer los cambios y predecir lo que va a venir después. “Predecir los patrones es una habilidad cognitiva fundamental y mejorarla desde edad muy temprana puede tener efectos positivos a largo plazo”, agregan los autores. Según explican, la música y el lenguaje tienen patrones muy marcados. Las sílabas son el ritmo del habla y son fundamentales para entender lo que estamos escuchando.
El estudio contó con un total de 39 bebés, 20 de ellos acudieron a sesiones de música de 12 a 15 minutos de duración con sus padres durante un mes. A cada sesión iban dos o tres bebés juntos. Los otros 19 solo jugaban, sin música, en las sesiones. Este era el grupo control. La música elegida fue un vals, “ya que es relativamente difícil para que los bebés lo aprendan”.
A la semana, las familias volvieron al laboratorio para evaluar las respuestas cerebrales (mediante resonancias magnéticas). Midieron tanto el tiempo como la actividad cerebral. El análisis se centró en el córtex auditivo y la corteza prefrontal, ya que son las áreas encargadas de manejar la atención y detección de patrones. Los bebés que escucharon música tuvieron reacciones más rotundas y fuertes en ambas áreas cerebrales, comparado con el grupo de pequeños que solo jugó.
Estudios anteriores ya hablaban de los beneficios de la música, por ejemplo, que puede ayudar a tratar los trastornos del espectro autista (TEA) y los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños, así lo concluye la Sociedad Norteamericana de Radiología (RSNA, por sus siglas en inglés). Según los autores, que los pequeños reciban clases de música incrementa y crea nuevas conexiones cerebrales y “puede facilitar los tratamientos en niños con estos trastornos”. “Ya se sabía que la música era muy beneficiosa, pero este estudio ofrece un mejor entendimiento sobre qué está ocurriendo en el cerebro y dónde se producen estos cambios”, aseguró Pilar Dies-Suárez, jefa de radiología en el Hospital Infantil de México Federico Gómez, autora del mismo. "Experimentar la música a una edad temprana puede contribuir a un mejor desarrollo del cerebro, a la optimización de la creación y establecimiento de redes neuronales y a la estimulación de las vías existentes del cerebro”, añadió la experta.
Por todo esto, los autores de la actual investigación critican que en EE UU los colegios hayan disminuido las horas de clases de música, “alegando que son muy caras”. “Esta investigación les recuerda que sus efectos van más allá de la propia música. Esta actividad puede tener efectos positivos en las habilidades cognitivas que le ofrecen al pequeño, una habilidad mejor para detectar, esperar y reaccionar a los patrones que le muestra el mundo, y el mundo de hoy es muy complejo”, concluyen. Y esto no pasa solo en Estados Unidos. Desde hace varios años, las escuelas de música y los colegios han hecho que esta actividad agonice en España donde estas han visto cómo ha disminuido el número de alumnos de sus aulas, las ayudas para impartirla han descendido y muchos centros están cerrando en toda la geografía. Algunas veces, habría que valorar no solo el dinero, sino el beneficio.
Cómo influye la música en el cerebro, la educación y la vida
¿Por qué vibramos con la música? ¿Por qué hay melodías capaces de unir a la gente? ¿Por que habría que enseñar música a todos los niños?
Según Pablo García Castillo, decano de la facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca, filosofía y música “tienen un origen común, en cuanto significaban búsqueda de la verdad, aunque una, la música, es una búsqueda que arranca del deseo irracional del ánimo, que encuentra en la armonía su perfecto equilibrio, mientras la otra, la filosofía, es una búsqueda que realiza la inteligencia y se traduce en una vida prudente. Ambas buscan el equilibrio, ambas tienden a la justicia“(1).
La música, como materia académica, ha ido quedando, en el mejor de los casos, relegada a que los niños toquen (con mayor o menor habilidad) “Mi tío” o “El romance del conde Olinos” a la flauta. El aprendizaje de la música queda entonces marginado a las clases extraescolares de quien pueda permitírselas, a los estudios de Conservatorio o al afán autodidacta de los interesados. Pero la música es mucho más.
Aunque tradicionalmente se engloba dentro de las artes, la música engloba filosofía, matemáticas, psicología, neurología y la forma misma en que las personas sienten, expresan y viven sus vidas. Las formas musicales están asociadas al hombre desde su aparición como tal sobre la faz de la Tierra, y desde ese mismo momento nos ha acompañado en la celebración de la vida, en los duelos, en rituales y ceremonias, cuando amamos y cuando sufrimos, nos acompaña en nuestra soledad y nos hace sentir parte de un grupo humano.
La música y el cerebro
Según en neurólogo y neurocientífico argentino Facundo Manes, una de las teorías que apuntan al por qué del comienzo de la música estaría en que el ritmo nos hace movernos juntos, bailar juntos, y de alguna manera eso supondría un beneficio evolutivo al hacernos actuar de forma más altruista y unida. Manes explica también que la música es uno de los elementos más placenteros de la vida, y se desarrolla en un circuito cerebral que gestiona las respuestas físicas ante estímulos emocionales.
Hablamos realmente de placer físico, además de emocional. Según el neurocientífico Robert Zatorre, la música estimula la liberación de dopamina directamente desde las zonas del cerebro asociadas a la generación del placer. La reacción que produce se percibe fisicamente como un escalofrío o una conmoción. Al mismo tiempo, el cerebro almacena en un archivo todas las melodías que conoce, y eso le permite desarrollar también la capacidad de anticipar acciones.
Aunque ambos hemisferios cerebrales son complementarios, hay algunas funciones que se gestionan específicamente por uno de ellos. Así, en el hemisferio derecho encontramos la integración de las funciones asociadas a los sentimientos, las sensaciones y las habilidades artísticas. Es el responsable de informarnos de nuestra orientación espacial y de cómo percibimos los colores, las formas y los lugares. Es, en definitiva, el integrador de las distintas informaciones que recibe a través de sentidos y emociones, englobándolos en una sola cosa. Por su parte, el hemisferio izquierdo gestiona el habla, la escritura, la lógica, las matemáticas y la numeración. Lo interesante es que la música se procesa en ambos hemisferios, y se vincula tanto a lo artístico como a la capacidad integradora, al desarrollo del habla y a las matemáticas, entre otras cosas.
Se ha demostrado que los bebés son capaces de responder antes a determinadas melodías que a la voz de sus padres. La razón podría estar en que la música permite establecer una comunicación más emocional que la meramente semántica, justamente por su capacidad para activar simultáneamente distintas áreas del cerebro. La música puede transmitir emociones de forma mucho más eficaz que las palabras. El sistema límbico, responsable de las emociones, está fuertemente vinculado a las áreas del cerebro donde se reconocen el ritmo y la melodía.
Petri Laukka es un especialista en psicología musical de la Universidad de Estocolmo. Para él y sus colegas es un misterio cómo, a pesar de que todo el mundo evita las cosas tristes, existe cierto disfrute en escuchar música triste, porque aunque es un sentimiento que nos produce dolor, a través de la música el sentimiento no se asocia a un dolor real y traumático, sino que de alguna manera potencia los sentimientos positivos de las personas. La conclusión de los investigadores en este caso es que cuando escuchamos música triste lo hacemos para sentirnos mejor (2).
No deja de ser significativo de la importancia de la música que sea el área del cerebro donde se alojan los recuerdos musicales, la menos dañada por la el Alzheimer, según estudios del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cognición Humana. Las canciones que emocionaron a los enfermos en otros tiempos se siguen recordando aunque la persona no sea capaz de reconocer a sus hijos o de recordar su nombre. Según los científicos eso se debe a que los recuerdos más perdurables son los que vivimos relacionados con una emoción intensa, y ese papel lo cumple a la perfección la música.
Pero la cosa llega mucho más allá. El cerebro de los músicos es diferente (3). La materia gris en las áreas auditivas, motoras y de visión espacial es mucho mayor en tamaño y cantidad en los músicos que en el resto de la gente. De hecho después de pasar más de 20 años estudiando las imágenes de resonancia magnética del cerebro en distintas profesiones, los científicos quizá no podrían diferenciar el cerebro de un matemático del de un escritor, pero el cerebro de los músicos es inconfundible. Además de un aumento en las áreas mencionadas, la memoria musical y la verbal también es más potente. Y ni siquiera es necesario que se trate de profesionales de la música, el cambio ya es evidente en las personas que han recibido algún tipo de formación musical durante su infancia o juventud.
Básicamente la formación musical reorganiza el cerebro y multiplica las interconexiones neuronales entre áreas diferentes del cerebro. Hasta tal punto es así que los científicos empiezan a pensar que el virtuosismo y la genialidad es fruto de una exposición temprana a la música, y no necesariamente algo innato. Evidentemente se puede nacer con predisposición, pero el papel del aprendizaje musical en la modificación del cerebro empezaría a verse como algo mucho más relevante de lo que hasta ahora se pensaba.
De alguna manera la música actúa como unificadora y armonizadora, ya sea entre los dos hemisferios o como vínculo entre las distintas áreas cerebrales, pero también es capaz de vincular entre sí el cerebro de otras personas. Investigaciones del Instituto Max Planck (4) han descubierto que cuando varios músicos ejecutan una pieza musical el conjunto, sus cerebros se sincronizan entre sí, creando una especie de red de cerebros, aparte de las propias redes interneuronales que generan en sí cada uno de los intérpretes.
Publicado en: http://www.teknlife.com
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